quinta-feira, 8 de abril de 2010


Hipatia: la deslumbrante sabia de la antigüedad

 



Durante la ultima fase del imperio romano, apenas unos 400 años despues de Cristo, vivió una de las mujeres más extraordinarias de la historia:

Hipatia, de quien el historiador antiguo Sócrates Escolástico escribió que era tan sabia que sobrepasó a los filósofos de su tiempo.

Era profunda en conocimientos sobre matemática, astronomía, mecánica y filosofía.

Habiendo sido el mundo hasta muy recientemente un planeta de hombres donde las mujeres han vivido dramáticamente sojuzgadas, ¿cómo fue posible que surgiera esta súper mujer que parecía de otra galaxia?

Hipatia aparece en películas, novelas y obras de teatro, y su nombre le ha sido dado a asteroides y a computadoras de naves espaciales de historias de ciencia ficción, pero, lamentablemente, tantos siglos después, su asesinato por una turba fanática religiosa todavía no ha sido totalmente esclarecido, y se publican versiones contradictorias que parecen confundir más que aclarar, sin embargo, cada vez el nombre de esta mujer sublime emerge con una luz de intensidad cegadora.

Pese a la adversidad, Hipatia se hizo su propio lugar entre los hombres de la época, y se convirtió en una maestra de los más poderosos de su tiempo, quienes desde diferentes lugares del mapa de la antigüedad llegaban a buscarla a Alejandría, Egipto, donde ella les daba clases en su propia casa de habitación.
Varios de sus discípulos que dejaron algunos escritos hablan de ella con admiración, respeto y veneración.

Por eso ella debería ser considerada de manera particular por las educadoras.

Era hija de un filósofo, matemático y astrónomo, a cargo del museo de la histórica ciudad, quien se excedió en educar a su hija, pues incluso la envió a estudiar a Grecia, a la llamada Escuela Neoplatónica de Plutarco el Joven, en Atenas, lo cual contrasta con que, aún ahora en que son tan comunes los viajes internacionales, la mayoría de la humanidad no conoce más allá de su propio país o de su ciudad de nacimiento.

Apuntes de algunos de sus alumnos que aún se conservan, revelan que Hipatia escribió varias obras, siendo la más importante una sobre álgebra.

Comentó sobre la Aritmética de Diofanto, argumentó una invectiva sobre las Crónicas de Apolonio de Pérgamo y disertó acerca de las matemáticas y la astronomía de Ptolomeo.

Podría haber colaborado con su padre en unos comentarios a la Geometría de Euclides.
También se interesó en la mecánica y en la tecnología práctica:
ideó un astrolabio y varios aparatos para destilar el agua, medir su nivel y determinar su densidad.

Era una científica.

Unos la consideraron una pagana fanática neoplatónica que enfrentaba a los cristianos; y otros, una filósofa llena de virtud e integridad y entregada al ideal de la verdad y la justicia.

Hay opiniones menos consideradas, como la del Obispo copto Juan de Nicea, quien decía que ella hipnotizaba a sus alumnos con métodos satánicos.

No podía esperarse menos en un mundo de hombres donde de repente una mujer comenzó a desafiar el orden masculino que negaba todo lo femenino.

Hipatia es asesinada en medio de una tremenda pugna política.
Para comenzar, ella era pagana, y en Alejandría predominaba el cristianismo.

Y para rematar, se desata un gran pleito entre el Patriarca de Alejandría, Cirilo; y el Prefecto Imperial Romano, Orestes, quien había sido alumno de ella, y del que era amiga y consejera.

Por eso muchas voces de la antigüedad señalan a Cirilo como el gran culpable de los terribles sucesos que culminaron con el horroroso asesinato de esta gran mujer.

Pero como este señor llegó a ser beatificado por la Iglesia Católica, San Cirilo también ha tenido muchos defensores.

Por entre las densas cortinas de todo tipo que se han fabricado con el paso de los siglos, se ha filtrado que Cirilo azuza motines contra los judíos, a quienes Orestes trata de defender.

En medio de la violencia, el Patriarca expulsa a los judíos, y el Prefecto Imperial lo denuncia ante el Emperador, a quien le solicita deponer a su adversario y desterrarlo.

Luego, Cirilo busca la reconciliación, pero Orestes se niega.

Las contradicciones entre los dos poderosos hombres –representantes de dos corrientes de pensamiento en ese momento antagónicas-- están en lo fino cuando, procedente del desierto, un numeroso grupo de monjes entra a Alejandría y ataca el carro en movimiento del Prefecto Orestes, a quien el monje Amonio hiere de una certera pedrada, pero éste es capturado, torturado y muerto.

Cirilo, por su parte, le rinde honores de mártir.

La ciudad está encendida.



Según versiones que nos llegan atravesando nada menos que un mil seiscientos años, Cirilo echa a rodar el rumor de que Hipatia es la causante de su discordia con Orestes, lo que alienta a un grupo de fanáticos, quienes, en un día aciago
--no se sabe la hora ni si llovía o hacía un sol esplendoroso--, s
e abalanzaron sobre el carruaje en el que la filósofa regresaba a su casa, la golpearon, la sacaron del carro y la arrastraron por toda la ciudad hasta llegar al templo conocido como Cesáreo, catedral de Alejandría, donde la desnudaron.
¿Cuánto habrá sufrido hasta que ya no sintió nada?

Tanto era el odio contra esa fenomenal mujer, tan visceral, que los fanáticos religiosos la golpearon y torturaron brutalmente, la despellejaron con unas conchas de mar, y no bastándoles, los malditos la descuartizaron y sus restos separados los pasearon en jubilosa manifestación por la ciudad, hasta llegar a un crematorio llamado Cinareo o Kinaros, donde los incineraron.

¿Qué les hizo esa mujer para despertar tanta saña e irracionalidad?

Lo peor de todo es que el monstruoso asesinato de Hipatia no fue algo espontáneo, fruto de un irrefrenable rapto masivo de violencia, sino organizado, inducido, pues no es coincidencia que antes de ella dos obispos impuestos a los alejandrinos por la corte imperial de Constantinopla:

Jorge de Capadocia (m. 361) y Proterio (m. 457), hayan sido muertos en similares circunstancias: el primero fue atado a un camello, despedazado y sus restos quemados; y el segundo arrastrado por las calles y arrojado al fuego.

Pero independientemente de los intríngulis de su horroroso asesinato, lo principal es que el paso de dieciséis siglos no ha impedido que conozcamos la luz de Hipatia, su resplandeciente sabiduría, su condición singular de mujer extraordinariamente destacada pese a la misoginia imperante, lo que la convierte en la más ilustre y fecunda predecesora de las luchas de la mujer por la igualdad social.


*Editor de la Revista Medios y Mensajes
gocd56@hotmail.com

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