segunda-feira, 26 de abril de 2010

Hipatia de Clelis Martínez Maza e Raúl Manuel Ortega Librero

image Clelia Martínez Maza.fonte: https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj_ZNupdkDQACBHXZMZRyrG1WG7YEd1x8x1ySACKWIOPv6_1GiP9tAhMAjGp1R7yESXRui7cBj6znIZObe2X8BQILdBYukLlAzfWlyKHfQT3zklvDgM3xsXLOUdDvszu5TIm078xFZByqs/s320/martinez+maza.jpg

 

Clelia Martínez Maza es profesora titular en el Área de Historia antigua de la Universidad de Málaga.

Licenciada en Geografía e Historia por la Universidad Complutense de Madrid, se doctoró en 1997 y ha ampliado sus estudios en Roma, París, Cambridge, Oxford y Harvard.

Su actividad investigadora se ha centrado en el estudio de los cultos mistéricos y sus relaciones con el cristianismo, y en la cristianización de la religiosidad pagana entre los siglos IV y VI, temas a los que ha dedicado distintos trabajos publicados en revistas especializadas y realizados en el seno de proyectos de investigación financiados por la Dirección General de Ciencia y Tecnología (DGCYT).

En el volumen Entre fenicios y visigodos, publicado por esta editorial, es autora de los capítulos dedicados ala Hispania Bajoimperial (siglo IV). Fonte: http://www.esferalibros.com/autores/autordetalle.html?autorID=526 .

"Hipatia" de Clelia Martínez Maza


(…)

Permítaseme ser pesimista y suponer que buena parte de los mismos no aportarán nada:

obras con más imaginación que datos o repetición de tópicos ya muy manidos.


No es el caso de la obra que nos ocupa.

Hay que adelantar que de las más de 360 páginas, menos de un tercio trata sobre Hipatia en sentido estricto.

(…)
Los casi dos tercios restantes corresponden a una detallada descripción de Alejandría, desde todas las perspectivas: cultural, política, socioeconómica...


(…)

Se convierte así Alejandría en un tablero de ajedrez geográfico y social:

los arrianos dominan los barrios periféricos, los nicenos el centro, los paganos Rhakotis, todos se pelean por el control de la vía Canópica y edificios públicos adyacentes...

los arrianos cuentan con los pastores del distrito periférico de Bukolia como auténticos escuadrones de asalto; los nicenos tienen los suyos propios (especial mención para los monjes); y los obispos de dicha corriente tienen en las tripulaciones de los barcos unos de sus más fieles seguidores.

Los paganos tampoco se andan con bromas:

Olimpio, en sus clases de retórica, se jacta ante sus alumnos de haber matado con sus propias manos a nueve cristianos, durante los disturbios.


Alianzas y enfrentamientos se suceden...


Otro aspecto interesante muy bien reflejado es el paganismo de la época:

la noción de Hipatia como encarnación de la Razón, por parte de autores posteriores (sobre todo del siglo XVIII en adelante), frente a la religión y el fanatismo, ha llevado a ver el paganismo como algo excesivamente identificable con los valores racionalistas contemporáneos.

Nada más lejos de la realidad.

Tenemos entre ellos (incluidos neoplatónicos) prácticas sacrificales sangrientas, creencias mágicas y rituales esotéricos de origen caldeo.

Amén de no tener empacho en tomar parte (muy) activa en los disturbios, incluso manchándose las manos de sangre (véase el citado ejemplo de Olimpio)


No es, sin embargo, el caso de Hipatia:

las fuentes de la época no nos la muestran implicada en los enfrentamientos.

De hecho, se movió en círculos intelectuales y académicos en los que convivían paganos y cristianos, lejos de cualquier división estanca.

La muerte de Hipatia es la culminación de una serie de enfrentamientos políticos y religiosos en los que había permanecido al margen.

Una muerte que siguió a la destrucción del Serapeo.

Un episodio cuya importancia ha quedado eclipsada por la muerte de la filósofa aunque, como recuerda la autora del libro, fue decisivo para dejar herido de muerte el poder pagano en la ciudad.

De hecho, Martínez Maza dedica más espacio a describir las circusntancias de la destrucción del Serapeo que el asesinato de Hipatia (bien es cierto que del primer hecho se conserva más información).

 
Hay que resaltar que la autora rechaza una interpretación que ha tenido bastante aceptación:

que los conflictos entre paganos y cristianos en Egipto tenían un componente "nacionalista"; la población autóctona veía en el cristianismo una fe con unos vínculos geográficos y culturales próximos al mundo egipcio, con la que plantar por fin cara a siglos de postración a manos de griegos y romanos.

Martínez Maza no comparte esta opinión, y muestra cómo el cristianismo alejandrino arraigó y prosperó precisamente de la mano de personajes vinculados al mundo griego.

(…)

Que probablemente quedará muy por encima de otras biografías (sospecho que la mayoría noveladas) u otras obras con planteamientos simplistas o maniqueos, que pueden empezar a chupar rueda a partir del mencionado estreno cinematográfico.

El libro incluye al final un cuadro cronológico de varias páginas de extensión, situando los principales acontencimientos y personajes de la época, una extensa bibliografía y un - siempre de agradecer - índice onomástico.

No se incluyen notas, ni al pie ni al final.

Fonte: Publicado: Dom Jul 26, 2009 5:17 pm Título del mensaje: "Hipatia" de Clelia Martínez Maza. Brigantinus BIBLIOTECARIUS. http://elbarcoceltibero.mundoforo.com/image-vp34812.html?sid=4ba33fea3e449cb202b3d7dd1e288ad8 .

Clelia Martínez Maza, Hipatia

Publicado por Mono Gramático en 18:39

Ahora, en la Hipatia de Martínez Maza nos encontramos con una obra completamente distinta.

No es una novela, sino una monografía histórica profunda, bien estructurada y documentada, pero escrita no sólo para sesudos historiadores y entendidos en la materia, sino también para una divulgación - algo culta- de lo que las novelas y el cine con la película Ágora de Alejandro Amenábar, de próximo estreno, van a popularizar.

El trabajo de Martínez Maza no resulta una monografía plagada de datos, referencias cruzadas y notas al pie de página que para eruditos están muy bien, pero para un público general enerva.

(…)

El bloque central del libro no es tanto Hipatia sino el planteamiento de la evolución del cristianismo desde una postura comprensiva a una postura represiva bajo el afán de intentar conjugar en una misma persona el poder político, militar y social con el liderazgo religioso en nombre de un obispo, un patriarca y en su momentos de los papas.

(…)

Para saber algo más sobre la autora y el libro, pues visitar esta noticia en el periódico El Sur, versión digital www.sur.es. Fonte: http://antiquitasgraecaetlatina.blogspot.com/search/label/Hipatia .

Si Hipatia de Alejandría levantara la cabeza…

Raúl Ortega

29 Marzo 2010

14:49 pm

Sobre la forja de un desafortunado mito a través de la ignorancia y el oportunismo

La política estuvo al principio, y sigue dominándolo todo aún

Amenábar: de director revelación a publicista panfletario

Las verdaderas personalidad y obra de Hipatia

 

Teón e Hipatia son, antes que otra cosa, excelentes docentes.

Dos excelsos profesores.

  

Clelia Martínez nos cuenta:

De todos modos, a pesar de la prolífica labor desarrollada por Teón e Hipatia, lo que podemos reconstruir de sus estudios revela que, más que dedicarse a la investigación, fueron magníficos comentaristas y editores.

Ambos editaron, preservaron y enseñaron los trabajos de los grandes matemáticos, pero su aportación particular resulta especialmente valiosa sobre todo en el ámbito de la enseñanza.

De hecho, sus contribuciones están encaminadas a servir de soporte a su magisterio.

Es el propósito fundamental de los comentarios que abundan en el circuito intelectual de este periodo.

En ellos no se presenta sólo la edición de una obra antigua, con el sentido crítico que esta tarea tiene en la actualidad.

Más bien se trata de textos que no se mantienen fieles a los manuscritos originales, sino que se presentan a modo de versión simplificada para uso de los estudiantes, textos que se expurgan y en los que se incorporan comentarios anteriores, pero que también y sobre todo se actualizan, añadiendo contribuciones propias de extensión variable, diferenciadas del original.

Por este motivo, se reconocía la autoridad científica y la autoría de quien escribía, aunque el prestigio de esta labor era menor que el otorgado a la pura creación matemática.

De hecho, Teón, en tanto que prolífico autor de comentarios, no gozaba de gran consideración, y por su dedicación a estos menesteres vinculados a la enseñanza se daba por malgastada su vida.

Entre los trabajos por los que Teón adquirió cierto reconocimiento ya hemos mencionado su revisión del tratado de Euclides sobre los elementos, que se convirtió en la versión de referencia hasta finales del siglo XIX, y el que dedicó a la Syntaxis Mathematica de Ptolomeo, que permitió una aproximación más cómoda al original gracias, sobre todo, a los abundantes ejemplos de cálculo que Teón proponía a sus lectores.

Hipatia también mostró una gran preocupación por proporcionar a sus alumnos textos accesibles que les permitieran profundizar en el conocimiento de los grandes matemáticos.

La mayor parte de las fuentes documentales coinciden en presentar los trabajos de Hipatia directamente conectados con su magisterio, destinados a ser utilizados en sus enseñanzas.

Éste es el caso, por ejemplo, de su comentario a la Aritmética de Diofanto, en el que se conservan notas, observaciones e interpolaciones atribuidas a Hipatia y que tendrían una finalidad exegética extremadamente útil para sus alumnos, pues incluso hoy en día a este autor se le considera como uno de los matemáticos más difíciles de la Antigüedad.

En definitiva, las reflexiones ofrecidas por los comentaristas tardoantiguos como Teón e Hipatia, además de mostrar la alta calidad científica de sus autores, resultaron extremadamente prácticas, pues al facilitar la comprensión permitieron el uso continuado de unos textos que, de otro modo, se habrían perdido irremediablemente. y así, con frecuencia, un gran número de obras originales se han conservado a través de los comentarios o, a menudo, de traducciones del árabe, como es el caso del Almagesto.

Sus trabajos se conservaron porque en ellos se percibió un valor intrínseco.

Este predominio de los comentarios en las matemáticas alejandrinas de los siglos IV Y V frente a la invención característica del helenismo tardío resulta del todo comprensible, dado el ambiente científico de la ciudad en este periodo.

Ptolomeo no tuvo sucesor digno de su talla en el mundo tardo antiguo, y, como veremos a continuación, la escuela alejandrina se limita a comentar su obra.

La decadencia del Museo, la destrucción de las bibliotecas permiten comprender que la prioridad máxima del momento fuera la conservación del conocimiento y que la investigación quedara relegada a un segundo plano“.

Ya van regresando nuestros personajes a su verdadera dimensión histórica.

Ya se empieza a perfilar su auténtico nivel de trascendencia.

La distancia que va de un Ptolomeo a un Teón viene a ser más o menos la misma que la que hay entre Einstein y un brillante catedrático de Física de una Universidad moderna.

La controversia Galileo-Iglesia no tiene nada que ver con aquello que ocurrió con Hipatia, y no sólo por la esencia misma de los hechos, sino también porque son incomparables los pesos específicos intelectuales.

En resumen, las autorías de Teón de las que se tienen constancia son:

trece libros de comentarios a la Syntaxis Mathematica de Ptolomeo (el Almagesto), un Gran comentario en cinco libros y un Pequeño comentario en uno a las tablas también del célebre astrónomo, comentarios a los libros Datos, Óptica y Elementos de Euclides, un tratado acerca de la construcción de un astrolabio o planisferio (Sobre el pequeño astrolabio -que acabará llevando a la práctica Sinesio-), un par de poemas herméticos (dedicados al dios Aion, a Ptolomeo como iniciado, y al misterio de la relación de las estrellas con el carácter y el destino), otro par de poemas más puramente literarios, un ensayo titulado Sobre las señales y el examen de pájaros y graznidos de cuervos y otros dos sobre Sirio y la influencia de las esferas planetarias en el Nilo.

De su hija:

la colaboración en el tercer libro de comentarios de Teón al Almagesto (y quizás también en el cuarto y el noveno), posiblemente una reedición de las tablas de Ptolomeo, un comentario a la Aritmética de Diofanto, otro a las Cónicas de Apolonio, el perfeccionamiento de la ingeniería del astrolabio plano que inició su padre, y la invención de un hidrómetro.

Algunos autores también la hacen responsable de un comentario a Arquímedes y otro más a Ptolomeo, dedicado a las superficies isoperimétricas, pero parecen ser condideraciones demasiado rebuscadas.

Vemos que la especialidad científica de ambos es la Matemática, con una clara vocación hacia la Astronomía-Astrología (aún difícilmente diferenciables).

De seguro que aquellos que se habían tragado el bulo de la grandeza y la singularidad de Hipatia en la historia de las ciencias naturales y la tecnología se sentirán decepcionados ante el recuento de los objetivos hechos (aunque tengo que decir que los comentarios de Teón e Hipatia a Ptolomeo son en algunos puntos bastante agudos y sutiles).

Pero el panorama cambia si abandonamos de una vez el mito de Hipatia, la sensata racionalista ilustrada, y nos abrimos a lo que verdaderamente ella representó en primer plano, en paralelo con la fuerte inclinación hermética y teúrgica del padre:

el saber iniciático, la escuela mistérica, la magia secreta de los números pitagóricos más allá de la sobria y raquítica ecuación lógica, y la religiosidad neoplatónica que, como veremos, es indifirenciable esencialmente del mismísimo cristianismo.

Lo cual nos empieza a explicar muchas cosas.

Es en esos campos donde ella expresó su máximo esplendor, donde se movía con más gracia, y es en torno a esos contenidos (que a menudo son secretos, mayormente se transmiten de modo oral, y de los que por tanto sólo nos queda indirecta e inferida constancia) donde ella se ganó las cotas más altas de carisma y autoridad, primero que nada ante sus tan conspicuos como místicos alumnos.

Así que en Hipatia convergen dos famas que es necesario discriminar:

una universal, impuesta por su sonada muerte, que la prensa amarilla a lo largo de la Historia se ha encargado oportunistamente de tergiversar y enaltecer, y otra merecida, seguramente de ámbito más local, a través de sus grandes talentos como profesora de ciencias y, sobre todo, divulgadora y practicante del muy inspirado neoplatonismo y de la filosofía mística en general.

La unión entre ciencia y filosofía encuentra desde luego en Hipatia un ejemplo paradigmático, y Damascio confirma que quienes transmiten los hallazgos matemáticos de Hipatia a las generaciones sucesivas saben que las matemáticas y la astronomía son simples peldaños hacia un conocimiento superior.

Y esa especial inclinación por las matemáticas y la astronomía también dejará su huella en el magisterio filosófico de Hipatia, pues sus enseñanzas se centraron en aquellos escritos que hacían referencia a la metafísica, la cosmología y la epistemología, más que en los trabajos de filosofía ética y política.

Sinesio se revela como un brillante discípulo que muestra la completa asimilación de las instrucciones de su maestra cuando en su obra Sobre el regalo enuncia que “la astronomía sirve de ascenso hacia algo aún más venerable

Un paso ya próximo a la inefable teología.

Pues la materia se encuentra colocada bajo el feliz cuerpo del cielo, cuyo movimiento les parece a los más encumbrados filósofos que es una imitación del intelecto”. [3]

La hija y el Padre

 

Estamos obligados a plantearnos la cuestión de hasta dónde hubiera llegado el recuerdo de Hipatia si su muerte hubiese sido distinta.

Si una horda cristiana descontrolada no la hubiera linchado ¿habría honrado su memoria el fanatismo cientifista de la Ilustración, o la habría despreciado como supersticiosa, si acaso hubiera tenido noticias de ella a través de la obra de Teón y del epistolario del obispo de Ptolemaida?

Porque, como ya sabemos, es Sinesio el mejor informador que tenemos acerca de quién era ella realmente, y él nos devuelve la imagen de una mistérica, de una filósofa en el sentido que se llamaban filósofos los alquimistas.

Desde luego no de una científica racionalista tal y como hoy entendemos eso.

Acceder a la Hipatia puramente matemática sería sólo posible a través de su producción estrictamente académica, y ese es un trabajo forense hercúleo.

Primero, porque ya en el siglo X la Suda nos advierte que sus trabajos se han perdido.

Segundo, porque aún habiendo sido capaces hoy de rastrear y rescatar cierto monto, separar nítidamente el texto original del añadido por los comentaristas, y diferenciar entre sí a éstos es a menudo todo un rompecabezas.

Por ejemplo, en el Almagesto, la distinción entre la aportación de Teón y la de su hija crea disensiones entre los investigadores.

Al respecto de la a menudo indiferencible obra de uno y otra, Clelia nos dice:

En todo caso, las obras en las que Hipatia participa estarían reflejando no tanto sus intereses personales como los de su padre, en la medida en que las aportaciones de la filósofa aparecen vinculadas a los trabajos iniciados por Teón“.

En una imagen muy gráfica, aunque demasiado simplista, podríamos decir que el espíritu de Teón está a la sombra de los grandes pensadores que le precedieron y que el de Hipatia lo está a su vez de Teón.

En realidad, al investigador psicólogico no le hace falta rastrear con lupa los escritos tardoantiguos para percatarse de cuál es la energía psíquica que crea una constelación familiar así, y ningún dato más necesita de los que ya dispone hace rato para diagnosticar con precisión qué arquetipo es el que está activado en la vida de Hipatia, conformando su carácter y su obra.

Es una potencia precisamente muy presente en la sociedad griega (por razones que expondremos luego), y es bonito decir que en honor a ello fue bautizado como prototipo atenea, la hija de Papá.

Es muy divertido el guiño que nos hace la misma Historia, al haber empujado al poeta Maurice Barrés a escribir una obrita titulada “La virgen asesinada”, donde se sube en 1888 al concurrido carro de la versión muy libre sobre las historias de nuestra querida filósofa (precisamente contando las cosas de un modo bastante similar al guión de Ágora), en la que le cambia el nombre a Hipatia por el de Atenea.

En un comentario que yo mismo hice a la obra de Shinoda Bolen, expuse mi propia versión del síndrome atenea de este modo [4]:

(…)

Considero la función intuitiva de Teón muy poderosa, más aún que su intelecto (por eso lo aprecio como a un personaje más importante que aquél que la Matemática ha sido capaz de ver en él), siendo en Hipatia la función intelectual (aquella que proyecta en su padre, y que la mantiene atada a él) más determinante de su carácter, pero no tanto que eclipse completamente a su intuición.

Siendo atenea una aristócrata académica nata, y artemisa una sacerdotisa desde el momento de nacer, Hipatia representa una mezcla de ambas, como una magnífica expresión de las dos potencias es el platonismo, su lugar por ende natural.

Mientras que Teón es, digamos, más mágico, más lunar, que su hija.

Por la misma complexión sexual de este tipo, que se mantiene a menudo en soltería y castidad al sentirse ya psicológicamente casada con el padre-animus desde niña, y porque la práctica del neoplatonismo (como toda escuela espiritual que se precie) imponía la sophrosyne (la contención instintiva, la abstinencia, a favor del autoconocimiento), se entiende perfectamente que Hipatia se mantuviera tozudamente virgen.

Todas las consideraciones feministas vertidas al respecto hasta hoy huelgan por no ser más que pura charlatanería sin fundamento.

Es más:

si de algo podemos quejarnos en Hipatia es precisamente de su escasa autonomía frente al poder que desde dentro tiene en ella la figura paterna.

Además, todo el desarrollo intelectual de que es capaz la mujer atenea contrasta con la forma dependiente, asustadiza e infantil en que suele permanecer su sentimiento, capaz a veces de enamorarse (si se lo permite) con un estilo muy ingenuo y espiritual de personajuchos de mediocre talla pero gran habilidad embaucadora, o que contengan algunos matices que a ella le animen a proyectar (supersticiosamente) su idolatrada imaginería paterna.

Aunque, como apunté arriba, a veces ese paso es necesario (y el inconsciente urde tan preciosas como efectivas tramas celestinescas para lograrlo) a la hora de escapar del padre personal, con tal de que los consiguientes decepción y divorcio no se hagan esperar demasiado.

Un tema muy polémico y delicado imbricado con todo esto es que el síndrome atenea no es raro que convoque, sincrónicamente, incidentes relacionados con los abusos masculinos.

Sobre este tema, demasiado espinoso para abordarlo aquí, invito a la lectura de los libros “Adicción a la perfección” y “Los frutos de la virginidad” de la ilustre atenea Marion Woodman.

María Dzielska dice:

Una gran cantidad de mujeres de la Antigüedad y del primer período bizantino se dedican al estudio de la filosofía.

La era neoplatónica produce un gran número de mujeres consagradas a la filosofía“.

Cuando el paradigma de las sociedades es filosófico, y empuja a sus ciudadanos a exprimirse la cabeza en pos de las realidades más abstractas, en pos del espíritu,  el Logos Spermatikos penetra con su embriagador perfume en todas las concavidades del alma femenina de ese tiempo, convocando muchas vocaciones en su dirección.

El Logos es una manifestación del animus tan atrayente para la mujer como una fiesta de camisetas mojadas lo es para lo masculino, capaz incluso de anteponerse a la instintiva atracción femenina por la maternidad y la familia.

La filosofía, especialmente la platónica, es una efectiva máquina de incentivar feminidad de tipología atenea, por eso su prevalencia se disparó en la Grecia clásica, la helenística y con la expansión del discurso neoplatónico.

En el paradigma mitológico, religioso, medra más el carácter lunar de la tipología artemisa, y bajo la égida del cientifismo el animus queda atrapado en la forma de un amante que promete mucho y luego resulta insatisfactorio, al escindirse el principio masculino “mente” del supraordinado “espíritu”.

 

Cristianismo y Neoplatonismo.
Dos caras de la misma moneda

Sinesio como filósofo cristiano se consideraba igualmente comprometido con las propuestas de su religión como con la tradición que enseñaba Hipatia y también con las enseñanzas de Dión Crisóstomo, un sofista cínico y estoico del siglo I.

Ningún problema moral para él:

el paralelismo entre los postulados de Dión y el discurso de San Pablo es flagrante, acumulándose una evidencia más a favor de la comprensión del cristianismo como secta que medra a partir de la filosofía y la mitología helenas, no del judaísmo.

Por supuesto, es preciso tener clara antes que nada la premisa de que es Pablo de Tarso, y no Jesús de Nazareth (ese misterioso personaje), quien cimenta la fe que se extenderá por todo el mundo.

Medito en la incongruencia que en realidad es unir en un solo libro cosas tan dispares como el Antiguo y el Nuevo Testamento.

Pero era necesario subrayar lo novedoso y singular de la apuesta cristiana frente al estoicismo y el platonismo, frente al honorable pero seco alcance de lo intelectual:

un cuerpo mitológico acabado (incluida la indispensable cosmogénesis) que llenase el vacío desamparado del Olimpo en el exilio.

Ayer, hoy y siempre, cuando los dioses locales se agotan, es preciso importarlos.

El misterio de lo exótico es a menudo la clave rejuvenecedora de las religiones.

Más allá de esa necesaria incorporación allende el suelo griego, las consideraciones filosóficas y morales de la última hornada de la filosofía griega y del cristianismo son siamesas.

Despojadas ambas de sus liturgias, el arquetipo del espíritu que presentan es idéntico.

La cristiandad es la evolución de la cultura grecorromana, del paganismo.

La evolución, ojo.

Hablo de algo al margen de las intromisiones, las rupturas, las imposiciones.

La escuela platónica se impuso a las demás a partir del siglo I.

Vamos a decir por mérito propio.

Rápidamente, en un proceso completamente natural, se humedeció con magia, mitos y y teúrgia, un estilo de los cuales es el cristianismo.

Y se produjo la consustancial escisión en enseñanza esotérica, para los discípulos aventajados, y exotérica, para la plebe.

En la primera rama tenemos, por ejemplo, a los cristianos gnósticos y los neoplatónicos, imbuídos en el lema “La verdad os hará libres”.

En la segunda a los literalistas, centrados más en los asuntos sociales, en la línea que parece abrir el Sermón de la montaña.

Sí, podríamos decirlo así.

Sobre esta duplicidad en los niveles de la religión y la filosofía nos cuenta el obispo cirenaico:

Si esto me lo consienten las leyes del ministerio sagrado que voy a desempeñar, podría ejercerlo de la siguiente manera: en privado me dedicaré a la filosofia, pero en público contaré fabulas en mis enseñanzas (aunque sin introducir cambios en lo que a cada cual se le enseñó antes, sino dejando que todos persistan en sus concepciones previas) [...]. Pues, ¿qué tiene que ver el vulgo con la filosofia? La verdad de lo divino debe ser algo inefable, la masa necesita un procedimiento distinto. Una y mil veces más diré que el sabio, de no haber absoluta necesidad, ni debe rebatir ni dejarse rebatir“.

Dzielska nos habla de los intereses esotéricos que Hipatia compartía con sus alumnos, especialmente con el obispo Sinesio:

Tenemos así cierta idea del ambiente en el que crece Hipatia, y de los intereses -además de los estudios filosóficos- que atraen a sus alumnos. Nuestras suposiciones [...] sobre la literatura leída en su círculo se han visto recientemente corroboradas por análisis de las fuentes que se ocupan de Teón. Empapada en la tradición, la familia lee con toda seguridad la revelación de Hermes, los escritos teológicos órficos, diversos textos griegos sobre adivinación y manuales de astrología.Esos temas dejan su marca en los escritos de Sinesio.  Después de regresar a su hogar al concluir otra visita a Alejandría alrededor del 405, “inspirado por Dios mismo”, compone, de la noche a la mañana, un tratado y se lo envía inmediatamente a Hipatia para que haga la crítica (Ep. 154). Esta obra, titulada Sobre los sueños, se ocupa de la predicción del futuro, mediante una interpretación de los sueños afinada por la filosofía neoplatónica, y manifiesta un gran aprecio por la capacidad del alma humana para la adivinación:

La superioridad de Dios sobre el hombre, y del hombre sobre los animales, procede del conocimiento:

un don que la Divinidad posee por naturaleza, pero que el ser humano puede alcanzar, con cierta plenitud, sólo mediante la adivinación“.

A este nivel se mueven Hipatia, sus amigos y sus alumnos.

Por encima de muchas diferencias, que son más perceptibles cuanto más caemos en las apariencias.

Por eso suponemos que para ella, como para Sinesio (en su tratado “Himnos” aboga de hecho por una fusión de los principios neoplatónicos y cristianos), no hay problemas en advertir que el neoplatónico predica un monoteísmo tan sólido como el cristiano, y que esa Causa primera, el Uno para unos, el Padre para otros, representa en esencia el Bien (es importante que nos demos cuenta que tanto el neoplatonismo como el cistianismo representan el paso desde el politeísmo pagano de la Grecia arcaica al monoteísmo occidental actual).

La segunda persona de la Trinidad es la misma también en ambas sectas:

el Logos.

Y la tercera, el Alma en unos, la mediadora, y para los otros (aunque con este concepto se han hecho bastante más lío), si nos basamos en la iconografía, que vale más que cien palabras y concilios, la paloma mensajera, el ángel:

lo mediador igualmente. 

Además, Hipatia gusta de un neoplatonismo reservado, porfiriano, exento de rituales y cultos, lo cual facilita aún más la armonía entre ambas tendencias.

En este estado de cosas, no es de extrañar que Hipatia sea íntima amiga y maestra de cristianos, y que Sinesio se cartee casi en los mismo amables términos con ella y con Teófilo, el obispo bajo cuyo patriarcado el Serapeo pagano fue entregado a los cristianos por el emperador Teodosio.

Por tanto, por ley transitiva, es incluso probable que la filósofa fuera amiga de él, el a veces llamado “martillo de paganos”.

En cualquier caso, la toma del Serapeo fue un egregio acontecimiento antipagano que no parece haber conmovido a Hipatia en lo más mínimo, y que no alteró un ápice su desempeño en la ciudad ni el próspero discurrir de sus enseñanzas.

Por supuesto, algunos neoplatónicos se enfrentaron intelectualmente con cristianos, como Porfirio, como también se indisponían entre ellos, así como Porfirio contra Jámblico, del mismo modo en que los cristianos se peleaban agriamente entre sí.

Recordemos:

pensar y luchar.

Pero está claro que no era éste el caso en nuestra historia.

Una vuelta de tuerca más:

Dzielska nos informa que existe una leyenda que vincula a Hipatia con algún culto cristiano, que podría ser el ortodoxo, precisamente la facción enfrentada a Cirilo, el patriarca que supuestamente la mandó matar.

Seguramente una cortina de humo más.

Quedémonos finalmente con la idea de que frente a Hipatia nos encontramos con una mujer profundamente religiosa, de un estilo afín al cristianismo, y que esgrime una actitud ante la vida que es modelo de virtud tanto neoplatónica como cristiana.

Lo cual explica sus intensas y extensas relaciones con reputados cristianos alejandrinos y la admiración mutua que parecen profesarse.

Esto es así al menos hasta la llegada de Cirilo al poder, a partir de lo cual cambia este idílico estado de cosas.

Pero no tanto que nos permita pensar que la causa de su asesinato sea la animadversión ideológica.

Tengamos en cuenta, además, que la Escuela de Filosofía alejandrina siguió abierta sin sufrir ninguna censura hasta el siglo VII, dos siglos después del fin de la filósofa.

La muerte de Hipatia

Fallecido Sinesio, las dos fuentes más serias que nos quedan para comenzar la investigación sobre el asesinato son Damascio y Sócrates.

El primero dice lo siguiente:

Ocurrió un día que Cirilo, obispo del grupo opuesto, pasaba por delante de la casa de Hipatia y vio una gran multitud de gente y de caballos a su puerta. Había quienes llegaban, quienes se marchaban y quienes esperaban. Cuando Cirilo preguntó por el significado de aquella reunión, y los motivos del revuelo, sus criados le explicaron que era la casa de la filósofa Hipatia y que ella estaba saludándoles. Cuando Cirilo oyó esto le entró tal ataque de envidia que inmediatamente empezó a conspirar su asesinato de la manera más detestable. Porque cuando Hipatia salía de su casa como de costumbre, varios hombres bestiales, sin temor a la venganza divina ni al castigo humano, se abalanzaron de repente sobre ella, la asesinaron y cometieron un monstruoso y atroz acto contra su patria. El emperador se sintió profundamente ofendido y sin duda los asesinos habrían sido castigados de no ser porque Edesio corrompió al amigo del emperador, de manera que levantó el castigo, pero la venganza recayó sobre él y su posteridad, puesto que su sobrino tuvo que pagar con creces aquella omisión. El recuerdo de estos sucesos todavía permanece vivo entre los alejandrinos“.

Y el segundo:

Cayó víctima de la envidia política que dominaba en aquellos tiempos. Dado que ella se había entrevistado con frecuencia con Orestes, fue acusada calumniosamente entre los cristianos de que esto era lo que impedía que Orestes se reconciliase con el obispo. Algunos de ellos, cuyo cabecilla era un maestro llamado Pedro, corrieron a toda prisa empujados por un ardor salvaje y fanático, la asaltaron cuando ella volvía a casa, la sacaron de su carro y la llevaron a la iglesia llamada de Cesarion, donde la desnudaron completamente y la mataron con trozos de cerámica. Después de descuartizar su cuerpo llevaron sus trozos a Cenarion y allí los quemaron. Este asunto constituyó un gran oprobio, no sólo para Cirilo, sino para el conjunto de la Iglesia alejandrina. Seguramente nada puede estar más lejos del espíritu de la cristiandad que el consentimiento de masacres, lucha y asuntos de esta clase. Esto ocurrió en el mes de marzo durante la Cuaresma, en el cuarto año del episcopado de Cirilo“.

(…)

La comunidad cristiana comienza su rebelión:

500 monjes abandonan sus celdas en Nitria y bajan a la ciudad a defender la postura del patriarca.

Uno de ellos, Amonio, apedrea a Orestes (no por mandato episcopal, sino de motu propio).

Es capturado por éste y torturado hasta morir.

Cirilo lo declara mártir, lo cual provoca una doble reacción entre los fieles:

unos rechazan el ungimiento por considerar que Amonio, de hecho, cometió un delito, y en otros se aviva aún más el odio contra el prefecto.

Una facción de éstos, ojo por ojo, a manera de turba enardecida ataca a Hipatia (una dama ya con alrededor de 60 años -corría el 415 o 416-), como pieza valiosa del entorno de Orestes.

Sobre por qué se elige como blanco a Hipatia hay varias versiones.

En una escalada de violencia como ésta, en realidad, no se precisa más que el simple hecho de la amistad y la camaradería para justificarla como objeto de la venganza, pero es bastante posible que Hipatia hubiera abandonado al final de su vida su neutralidad política para coagular con Orestes un partido contra el abuso de poder que representan las políticas de Cirilo, o incluso que ella hubiera tomado postura por los judíos en esta controversia al contarse entre ellos ciudadanos de los más ricos y de más alta élite, éstos con quienes Hipatia únicamente se codeaba.

Con respecto a la culpabilidad de Cirilo en los hechos, la postura más sensata parece ser la de Sócrates Escolástico:

no es culpable directo del crimen, pero lo es en tanto es el responsable de su comunidad y avivó en ella el furor asesino.

Orestes, asustado, desaparece del cargo.

Alejandría intentó pasar página, avergonzada.

Cirilo, en un sermón en el 419, acusa a los alejandrinos de tener un carácter levantisco y pendenciero.

Y en el 422 otra turba descontrolada asesina al sucesor de Orestes en el cargo:

Calisto.

Anexo:
La innata ferocidad del alejandrino (que decía Damascio)

Hesiquio relaciona la muerte de Hipatia con el asesinato de dos obispos, Jorge y Proterio, imputando todos estos crímenes a “la irreflexión innata y a la tendencia a la sedición de los alejandrinos” [5].

El historiador José Ramón Aja [6] nos cuenta así lo que ocurrió con el arriano Jorge:

“[...] todo ello hizo que la persona de Jorge fuera enormemente impopular entre la mayor parte de los alejandrinos, paganos y cristianos, y que éstos vieran con profundo malestar y mucha cólera -como habría de verse pronto – la vuelta del obispo arriano a su sede el 26 de Noviembre del año 361.

Como hace observar Allard, no pudo Jorge escoger peor momento para regresar a Alejandría, pues, efectivamente, cuatro días después Gerontio, el prefecto de Egipto, comunicaba la muerte del emperador arriano (y protector del obispo), y anunciaba la investidura de Juliano como nuevo emperador.

Como si tales noticias hubiesen sido una señal convenida, el 24 de diciembre del 361 la población de Alejandría se sublevó contra el obispo, lanzando gritos y exclamaciones amenazadoras.

Si bien en un primer momento la muchedumbre se contentó con llevarlo a prisión, al día siguiente, por la mañana, Jorge sufrió una muerte cruel a manos de la turba:

después de ser maltratado de diversas maneras, terminaron tirándole de los pies en direcciones opuestas.

Junto con él, otros dos personajes corrieron la misma suerte, el primero a causa de que había destruido un altar de sacrificios que se encontraba cercano al lugar donde él mismo había encargado construir la ceca de la ciudad, y el segundo porque en cierta ocasión, encontrándose presidiendo la construcción de una iglesia, había hecho rapar las cabezas de numerosos chiquillos, arguyendo que las melenas eran indicio de paganismo.

Cumplida la matanza, los cadáveres fueron llevados por toda la ciudad  hasta la orilla del mar:

el del obispo a lomos de un camello, el de Draconcio arrastrado con cuerdas; allí los cadáveres fueron quemados y las cenizas esparcidas en el mar, con la intención de que no pudieran ser veneradas sus reliquias ni se les pudiera erigir lugares de culto sobre sus tumbas“.

Proterio, posterior a Hipatia, linchado en el 457, sufre similar suerte.

Es muerto a puñaladas en el baptisterio de la Iglesia de San Quirino, luego descuartizado y quemado, y finalmente sus cenizas fueron esparcidas.

Nos servirá de broche de este apartado lo que Clelia Martínez escribe al respecto:

Y es que, aun siendo distintas las circunstancias que rodean su muerte, tras el asesinato de los obispos y la filósofa se esconden las mismas pautas rituales que incluyen el desfile en procesión del cadáver, el traslado a cada uno de los distritos de la ciudad de una parte de los restos y su posterior incineración.

La reproducción del ritual muestra que Hipatia no fue víctima de una extrema violencia por circunstancias que sólo a ella atañen, sino que la crueldad de su suplicio responde a un paradigma bien constatado en la ciudad desde 250, cuando, durante las persecuciones, los cristianos fueron sometidos a una muerte de idénticas características, resultado, no de una violencia incontrolada, sino de un ritual institucionalizado para purificar la ciudad de la contaminación provocada por la presencia y la actuación de los condenados“.

Palabras finales

Pretende este artículo aportar un grano de arena más en el empeño de restaurar la memoria de Hipatia de Alejandría en los términos que en justicia le corresponden.

Devolverle su dignidad como discípula egregia de la, a mi entender, más bella y buena tradición esotérica:

la del filósofo platónico y post-helenístico, la del gnóstico.

Y rescatarla (qué sugerente metáfora) de la paradójica mofa que debe suponer para ella haberse convertido en nuestros tan locos como peligrosos tiempos en “mártir de la Ciencia”.

Aquella cuya inspiración máxima era la divina Unidad, se ha visto instrumentalizada en vida y en muerte, a lo largo de los siglos, una y otra vez, como arma arrojadiza en mitad de las más fanáticas reyertas.

Entre los poderes públicos, entre creyentes de distinta confesión, entre creyentes y no creyentes, entre mujeres y hombres…

Es cierto que a veces no hay más remedio que posicionarse.

Nadie está por encima del bien y del mal, del blanco y el negro.

Seguramente la alejandrina lo supo al final, sintiéndose obligada a abandonar su hasta entonces paradigmática imparcialidad.

Espero que este modesto e incompleto trabajo nos ayude un poco a conocer mejor qué bando defiende en realidad nuestra querida Hipatia.


Bibliografía y notas

[1] Clelia Martínez Maza - HIPATIA. Ed. La Esfera de los Libros, 2009.  
[2] María Dzielska – Hipatia de Alejandría. Ed. Siruela, 2004, 2009.
[3] Clelia Martínez, op. cit.
[4] Diosa de Ayer, Mujeres de Hoy. Ed. Disco.
[5] Clelia Martínez, op. cit.
[6] José Ramón Aja Sánchez – El linchamiento del obispo Jorge y la violencia religiosa tardorromana. Universidad de Murcia, 1991.

fonte:Raúl Manuel Ortega Librero. http://www.odiseajung.com/blog-jung-odisea/index.php/2010/03/si-hipatia-de-alejandria-levantara-la-cabeza/#more-866

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